Exposición crítica de la filosofía de Leibniz, Bertrand Russell
La necesidad y la contradicción
El libro de Bertrand Russell Exposición crítica de la filosofía de Leibniz está dividido en dieciséis partes enumeradas, en cada una de ellas el filósofo británico, de manera lúcida, resume o crítica, usando la lógica como herramienta, reflexiones que Leibniz escribió sobre alguna cuestión de filosofía, matemática, ética, física o metafísica. El rigor del trabajo es alto como se puede notar desde el prefacio del texto donde describe el tipo de estudio realizado a la obra del pensador alemán. Russell se propuso a partir de un pasaje del Discurso metafísico y desde una perspectiva lógica leer el sistema de Leibniz, no observa relaciones que hay entre las ideas de Leibniz y otros filósofos o repercusiones del contexto social en la obra. Su objeto de investigación fue únicamente los textos del filósofo publicados en una edición completa en 1840. Esto coge más rigor, si agregamos que Russell poseía un domino de la lengua materna de Leibniz y del francés, como nos lo dice en su Autobiografía, que le permitieron leer los textos en sus originales, aquellos que fueron escritos en alemán, otros redactados en francés y los que estaban en latín.
En los tres primeros capítulos, Russell se centra en la revisión de los tipos de proposiciones analizadas en la obra de Leibniz y de la forma de estas, es decir, ¿son todas proposiciones compuestas o simples?, ¿contienen sujeto o existe alguna proposición sin sujeto que afirme algo sobre la realidad? Aclara asimismo la diferencia entre oración gramatical y proposición lógica. Identifica los tipos de proposiciones aceptadas por el filósofo en sus variados textos que comentan de igual manera distintos temas entrelazados. Todo esto lo cumple bajo el criterio de que cuando se estudia una filosofía, más aún cuando es un sistema, se debe comenzar con la revisión de las proposiciones en su forma y contenido. Este modo de proceder es propio de los matemáticos, quienes antes de emprender un estudio en aritmética, geometría o en otra rama de la ciencia de los números, someten a la crítica las proposiciones básicas y las clasifican; también es identitario de la filosofía analítica resaltar las proposiciones de un planteamiento y luego pasarla por el racero de la lógica.
Tras dar una semblanza de Leibniz en el primer capítulo y comentar quienes influyeron en su filosofía, comienza la clasificación de las proposiciones principales, en las cuales, a juicio de Russell, se cimienta el sistema filosófico del pensador de Leipzig, es por eso que cada apartado tiene el nombre de algún principio o regla lógica y su correspondiente comentario. El segundo capítulo del libro se titula Las proposiciones necesarias y el principio de contradicción, aquel principio, que dice que una aseveración no puede ser verdadera y falsa al mismo tiempo, junto con el de razón suficiente son dos pilares de la metafísica sistematizada en Monadología.
Pero antes de exponer lo dicho sobre los principios, es importante revisar la forma de las proposiciones, tema al cual se refiere primero en este capítulo. Russell sostiene que, al igual que sus predecesores, Leibniz concibe las proposiciones con dos elementos primordiales: sujeto y predicado. Esto no es novedoso en lógica o en filosofía, es una noción que proviene desde el Órganon, tratado escrito por Aristóteles. Igualmente, piensa que las proposiciones son cuestiones abstractas que se expresan en muchas lenguas, es decir, si se reducen a una notación simple, toda proposición tendría la forma “S es P”. Ellas no están sometidas a los cambios de las palabras o de las sintaxis de las lenguas naturales, ni siquiera a los cambios en una misma lengua. Por ejemplo, podría pensarse que a tenor de la gramática las siguientes oraciones son dos proposiciones diferentes: “Sófocles vende galletas” y “Las galletas son vendidas por Sófocles”. Desde punto de vista sintáctico, son dos construcciones, pues la primera es una oración activa y la segunda una pasiva, según los gramáticos. Pero en cuanto al contenido semántico que es el que tiene presente la lógica, las dos expresiones son una misma proposición afirmativa.
A Russell esa afirmación de que toda proposición básicamente está compuesta por sujeto y predico le resulta problemática y la oposición a esta propuesta tiene sus fuentes en la matemática o más específicamente en aserciones de la geometría. Su ejemplo lo extrae de la misma obra de Leibniz:
“La razón o proporción entre dos líneas L y M puede concebirse en tres formas distintas; como razón de la L mayor con la M menor; como razón de la M menor con la L mayor; y finalmente, como algo abstraído de ambas, a saber, como la razón entre L y M, sin tomar en cuenta cuál es el antecedente y cuál la consecuente; cuál el sujeto y cuál el objeto… Según la primera forma de considerarlas, L la mayor es el sujeto, y en la segunda lo es M la menor, de aquel accidente que los filósofos llaman relación o razón. ¿Pero cuál de ellas es el sujeto, en la tercera forma de considerarlas? No puede decirse que ambas, L y M juntas, sean el sujeto del accidente; pues si lo fueran, tendríamos un accidente en dos sujetos, con un pie en uno y con el otro, lo cual es contrario a la noción de accidente. Por lo tanto, debemos afirmar que esa relación, en esta tercera forma de considerarla, está en verdad fuera de los sujetos, pero al no ser ni una sustancia ni un accidente, debe ser una mera cosa ideal, cuya consideración, sin embargo, es útil” (Russell, p.31).
El filósofo británico resalta que Leibniz era consiente del problema de las proposiciones de relación, de ahí que su esfuerzo por reducirlas a aserciones de sujeto y predicado está evidenciado en varios apartados de su obra. Con ello, se puede deducir otra conclusión: toda proposición es reducible a sujeto y predicado, en la que de cierta manera el predicado está en el sujeto. Es de resaltar también que, para el filósofo alemán, el sujeto de una proposición es una sustancia, esto explica que Russell hable de sustancias y accidentes.
Ahora bien, el otro tema importante de este capítulo es la clasificación de las proposiciones cuya naturaleza no es tan clara en ocasiones debido a que Leibniz no dedicó un texto a esa tarea y porque, en el sistema, metafísica y lógica están en estrecha relación. Después de que Kant en su Crítica de la razón pura postulara la división de los juicios en analíticos y sintéticos, en filosofía es famosa tal división; pero tal distinción tiene sus precedentes en Leibniz, como lo expone Russell. Hay que incluir que en la discusión en torno de los juicios analíticos está la cuestión de la necesidad, este tópico también heredado por Leibniz de otros filósofos, en su mayoría escolásticos, que se enfrentaban a las paradojas de atribuirle libertad al ser humano sin incluir la intervención todo poderosa de Dios. Volviendo a la distinción, lo primero que se debe mencionar, nos dice Russell, es que el filosofo alemán no utilizó los términos analítico y sintético, en su lugar usa “necesario” y “contingente”. En cuanto a lo que se conoce como juicios analíticos, Leibniz sostenía que de esta naturaleza eran las proposiciones de la lógica, la aritmética y la geometría, mientras que las que se relacionan con la existencia son contingentes, menos aquel que predica la existencia de Dios. También se definen los primeros juicios como aquellos que el predicado está contenido en el sujeto. Ejemplos de esta clase de juicios son: “A es A”, “el rectángulo equilátero es un rectángulo”.
En sus obras, en ninguna ocasión Leibniz examina en sí misma la necesidad, pero lo que sí pone en evidencia es que hay varios tipos: metafísica, moral, lógica e hipotética. Aunque no haya explicado en extenso la necesidad, se puede afirmar que ella estaba relacionada con los juicios analíticos, opuestos a los contingentes. Con base en esto, se puede decir que una proposición necesaria es aquella cuya opuesta es imposible, pero si utilizamos esto para definir el concepto de necesidad, nos trae un problema: que la necesidad se define con la posibilidad y esta con aquella, generando un círculo, no aceptable en lógica. Para el filósofo de Hannover, lo necesario no es lo mismo que lo a priori, como sí sería para Kant. Comprueba que los juicios sintéticos, o como los llamaría Kant: juicios empíricos, también pueden demostrarse a priori.
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